PEDRO PABLO PAREDES

Nació este educador, escritor y poeta venezolano en La Mesa de Esnujaque, estado Trujillo, el 21 de enero de 1917. Hijo de humildes campesinos, Sixto Paredes y María Eudora Rodríguez de Paredes, vino al mundo en pleno límite geográfico con Mérida. Se educó en Timotes, en la Escuela Canónigo Uzcátegui y culminó allí su educación primaria, en 1933,

formando parte de un grupo de diez alumnos. Combinó sus labores agrícolas con otros oficios, demostrando desde un comienzo su pasión por la lectura, enamorándose desde entonces de la célebre obra de Cervantes, Don Quijote de la Mancha. Siendo un gañán que superaba los veinte años, oyó un buen día que en San Cristóbal se estaba abriendo un instituto para formar maestros de aula. Se instaló en la capital tachirense en 1939 y formó parte del primer grupo de alumnos de la Escuela Normal Federal, dirigida por el educador merideño Teodoro Ramón Rincón. Allí recibió lecciones de célebres intelectuales como Raúl García Hurtado, Luis Felipe Ramón y Rivera, Régulo Burelli Rivas y Alberto Amenodoro Román, entre otros.

En las aulas de la Normal, ubicada en la carrera cinco con calle diez, compartió con condiscípulos que serían notorios en la historia de la educación nacional, entre ellos, José Antonio Escalona-Escalona, quien sería su cercano amigo y otros como Marco A. González y José Humberto Maldonado. Célebre lector, devoraba casi un libro por día y en su residencia se caracterizó por este hábito, además de la pasión por la música, la que siempre disfrutó en las grabaciones de las composiciones de los más célebres autores. El afán cultural, lo hizo acercarse al Salón de Lectura, participando en sus actos. Con un grupo de compañeros formó parte de la junta Pro-Arte, liderada por Ramón y Rivera, creador del bambuco Brisas del Torbes, y aledaño a ese sector del centro capitalino fue inmiscuyéndose en un movimiento literario que se conoció como el Grupo Yunke, en el que la música y las letras iban de la mano. Su nombre de poeta surgió en las primeras publicaciones de éste con el libro Silencio de tu nombre, promovido por Escalona-Escalona. Se recibió en 1943 como maestro normalista, también en un grupo de diez participantes.

Durante un tiempo laboró en la Escuela Normal Federal, escribiendo también editoriales y artículos de opinión en la columna Palique del diario Fronteras, dirigido por Leonardo Ruiz Pineda. Trabajó durante unos meses en Barquisimeto y publicó su segundo libro, Transparencia, al que siguió Alabanza de la Ciudad, dedicado a San Cristóbal, con prólogo del eminente poeta Juan Beroes. Esto lo inscribió en la llamada Generación del 40, a la que pertenecen José Ramón Medina, Antonio Márquez Salas, Oscar Guaramato, Guillermo Morón, Oscar Sambrano Urdaneta, Rafael Angel Insausti, Orlando Araujo, Héctor Mujica, José Antonio Escalona-Escalona y Juan Beroes.

Las circunstancias en el Táchira no le brindaron mayores perspectivas y decidió marchar a Caracas. El 31 de diciembre de 1948, en esa ciudad, contrajo nupcias con la también educadora Carmen Gliceria Zambrano, luego abogada. El matrimonio procreó cinco hijos: Rafael Augusto, Laura Josefina, Pedro Pablo, Leda Araurima y María Colombia, todos profesionales. De las tres hijas, las dos primeras se dedicaron a la Contaduría y la Administración, entretanto, la última, prosiguió la vena humanística de su padre, realizando en Estados Unidos una maestría en literatura en la que presentó como tesis el largo trabajo creador de su progenitor.

La vida en Caracas lo puso en contacto con el vibrante mundo intelectual. Poetas, escritores, educadores comenzaron a transcurrir en su diario vivir, mientras era alumno del Instituto Pedagógico Nacional, en el cual, en 1953, se recibió como profesor de Castellano, Literatura y Latín, una vez más en una promoción de diez egresados. A la vez se desempeñaba como docente en varias instituciones de esa zona como la Escuela Rubén González, los liceos Alcázar, Urdaneta, Padre Chuecos, Santa María e Independencia, y en el ámbito militar, laboró en la Escuela de Formación de Guardias Nacionales y en la Escuela Militar de Venezuela. Fue supervisor de distrito y había sido director de instituciones en Trujillo y Lara. Comenzó a escribir en la revista Educación, en la Revista Nacional de Cultura, en la Revista Shell y en los periódicos capitalinos El Nacional y El Universal. Su dimensión comenzaba a ser nacional.

En 1961, publicó en la Revista Shell el poema Patria de sueño, inspirado en la ciudad de San Cristóbal a la que dedicó esta creación en la celebración de su cuatricentenario. Al año siguiente, en honor a su amigo Escalona- Escalona, lanzó al público El Soneto en Venezuela, la obra más completa en su género que se haya publicado en el país, la que lleva tres ediciones. Con todo este bagaje decide retornar a esa tierra que lo formó en sus inicios intelectuales. Volvió al Táchira después de quince años de ausencia. En septiembre de 1964 inició su faena de educador en el Liceo Simón Bolívar y en la Universidad Católica Andrés Bello Extensión Táchira, Ucabet, la que había sido fundada en 1962. En el primero se encargó además del departamento de actividades complementarias, y durante algún tiempo también ejerció su magisterio en el Seminario Diocesano Santo Tomás de Aquino y en los colegios privados San Cristóbal y Andrés Bello. Esta experiencia le permitió pulsear, de primera mano, el potencial literario de la zona, conociendo algunos exponentes quienes formaban parte de La Cueva Pictolírica y la peña literaria Andrés Eloy Blanco.

Muchas de estas noveles voces, algunos de ellos no estudiantes de esas instituciones, pero ávidos de saber literario, fueron dadas a conocer por el maestro Paredes a través de la tarea semanal de difusión de este mundo lo, que inició en el diario Vanguardia, dirigido por su paisana trujillana Carmen Aurora Carrillo; en esta publicación comenzó el suplemento Página Literaria el domingo 04 de octubre de 1964. Entretanto, su extrovertida manera de ser, simpática y campechana, sin distancias con sus alumnos, le permitió una presencia mayor en la sociedad san cristobalense.

Esta se manifestó en la primera Feria Internacional de San Sebastián, en enero de 1965, cuando escribió un texto titulado Coloquio con la reina, dedicado a la soberana Nelly Colmenares Luna. De igual manera prosiguió con sus cursillos y charlas literarias y con su presencia en el Salón de Lectura, de cuya junta, instalada en abril de este mismo año, fuera vicepresidente. Luego de unos ajustes, el suplemento semanal pasó a llamarse Vanguardia Literaria, y al lado de los consagrados nombres de todos los tiempos, comenzaron a aparecer las producciones de Meira Del Mar, Pablo Mora, Elio Jerez Valero, Samuel Escalante, Omar Uribe, Rubén Darío Becerra y otros. Las oficinas del periódico fueron además propicias para recibir a sus amigos literatos provenientes de todas partes del país, quienes le profesaban admiración y respeto.

En noviembre de 1965 bautizó el libro Emocionario de Laín Sánchez, una especie de autobiografía en la que el paisaje de Los Andes es esencial .protagonista, por la que recibió una mención honorífica del Premio Municipal de Prosa del Concejo del Distrito Federal. En el enero siguiente tuvo el honor de recibir a sus amigos, los poetas Arturo Croce, Juan Beroes, Marco Ramírez Murzi y Dionisio Aymará, todos tachirenses radicados en Caracas, quienes participaron en el Salón de Lectura, ya conocido como Ateneo, en un singular festival lírico. En este año, 1966, fue incorporado como directivo del Instituto Autónomo Estadal de Música, y su nombre fue epónimo de la promoción de bachilleres del Liceo Simón Bolívar. Aliado de esto, en la UCABET, egresaba el primer grupo de licenciados en Letras, al que había impartido su guía y conocimiento.

Con el devenir de los años, su obra en pleno proceso de creación, fue difundiéndose con títulos como Los nombres de la ciudad (1970), Alcor (1970), Tema con variaciones (1975) y Leyendas del Quijote, libro publicado con los dibujos de su amiga, la poetisa y abogada María Luisa Alonso, con quien, en unión de Elio Jerez Valero, había constituido el grupo literario El Parnasillo, el que publicó más de un centenar de pequeños cuadernos con las producciones de anónimos literatos venezolanos. Por su trabajo Leyendas del Quijote, alcanzó, en julio de 1977, el Premio Municipal de Literatura del Concejo del Distrito Federal, distinción por la que fue homenajeado profusamente en Trujillo y Táchira.

Jubilado de su actividad docente en secundaria, prosiguió en la UCABET, transformada en Universidad Católica del Táchira. Su presencia pública continuó en la prensa regional y escribió semanales y hasta casi diarias

columnas en periódicos como Diario Católico, Diario La Nación y continuaba en Vanguardia. Mantuvo connotadas polémicas por varias de sus opiniones, las que rompían muchas veces la tradicional visión conservadora de las cosas.

Fue combativo, conciso y directo. Dio orientación y guía al naciente grupo literario Zaranda, del cual el poeta Antonio Mora fuera su principal motivador y mantuvo presencia permanente en la peña literaria Manuel Felipe Rugeles del San Cristóbal Tennis Club, de la que fue su secretario por mucho tiempo, quedando en las históricas actas, su peculiar visión de esos encuentros, a los que puso su particular acento en su hábil estilo de redacción. Fue encargado de la presidencia del Ateneo del Táchira en 1982.

Los homenajes continuaron en el Táchira con la presencia de sus amigos residentes en Caracas. Ramón J. Velásquez, Rafael Ramón Castellanos y Guillermo Morón, entre otros, eran habituales en los encuentros literarios en los que se le rindió tributo a su obra, la que prosiguió con títulos como Gavilla de lumbres (1976), Los nombres de la ciudad (1978), Perfil de Bolívar (1981), Antología de la poesía venezolana contemporánea (1981),  Pueblos del Táchira (1982), Mérida y Bolívar (1982), Bolívar escritor (1984) y La ciudad contigo (1984), este último, una serie de poemas en prosa dedicados a San Cristóbal ya una musa imaginaria, Brígida Baldó, cantándole a la villa de Maldonado, en gesto que lo convierte en el poeta que mejor ha escrito a esta ciudad en la que se residenció para siempre, y en la que su nombre empezaría a inmortalizarse, cuando en septiembre de 1983, el Ejecutivo del Táchira lo designó como epónimo de la Hemeroteca Pública Central, la que ha rendido eficaz tarea en el archivo diario de la prensa regional, además de poseer Valiosísimas colecciones del pasado local, expresadas en sus ejemplares y en rollos de microfilm.

Uno de sus afanes, el de difundir la producción literaria contemporánea del Táchira, se plasmó en realidad cuando presidió, en octubre de 1986, el primer Congreso de Literatura Tachirense, al que asistieron 140 delegados de todo el país. Este contacto con las nuevas generaciones le fue retribuido cuando éstas organizaron en 1987, los actos con motivo de sus setenta años de vida. Varios organismos, como el Ateneo del Táchira, el Taller Literario Zaranda, la Red de Bibliotecas Públicas, la Asociación Venezolana de Artistas Plásticos, el Grupo Aguamiel, la Sociedad Bolivariana, la Asociación de Escritores y el Ejecutivo Regional, se unieron a la singular celebración. Con todo ello, el poeta prosiguió en su actividad constante, a la vez que integró el Centro de Historia del Táchira, convertido en los años noventa en Academia.

En marzo de 1987, la ciudad de San Cristóbal, la que tanto ha amado ya la que escribió sus confidencias más íntimas, desde sus juveniles tiempos de .recién egresado como normalista, le confirió por medio de su municipalidad, su más honrosa distinción, el Emblema de Oro en el marco de la celebración de los 426 años de la urbe.

Todos estos homenajes y actos lo siguen mostrando ante todos como lo que ha sido, un hombre sencillo, sin poses ni afectaciones, directo eso sí, con su chillona voz, con su agudo acento, con su innegable amor a Colombia, la tierra de la que bebió su savia en las tempranas lecturas de sus prominentes intelectuales. Presidió el Ateneo del Táchira en 1989 y en ese año, el 15 de julio, un duro golpe allanó su corazón con la temprana muerte de su

primogénito Rafael Augusto. Su gestión como presidente de la máxima casa cultural de la región fue considerada por algunos como polémica, y se suscitaron encontradas opiniones que sólo el tiempo sabrá juzgar, logrando como él mismo lo declaró, un proceso de renovación total, registrando el acta constitutiva, el reglamento electoral y los estatutos, lo que se hacía por primera vez en casi un siglo de actividades. Jubilado de la Universidad Católica, continuó con su actividad pública, la que tuvo un punto particular, cuando en marzo de 1992, a escasas semanas del frustrado golpe militar, suscribió un documento en el que se exigía la renuncia del presidente de la República. Con todo ello, su figura siempre enhiesta, se elevó en el horizonte de las letras venezolanas al recibir en noviembre de este año el Premio Nacional de Literatura, por toda una vida consagrada como educador, escritor, crítico literario, promotor e investigador. De nuevo le fueron rendidos diversos homenajes por tan honroso merecimiento, como fueron también sentidos sus ochenta y sus noventa años de vital trayectoria. En esta última década, aún su intelecto le permitió publicar los que hasta ahora, han sido sus más recientes títulos, siendo ellos A la luz de Bello (1998), Entre patria y patria (1999), una edición ampliada de Gavilla de lumbres (2000), Colombia en el corazón (2001 ) y Pura música, ensayos que vieron la luz en 2002, difundido este quinteto bajo el sello Virgen de la Consolación.

Su alma recibió un fuerte golpe con la desaparición, el 04 de abril de 2005, de su esposa Carmen Gliceria, la patrona, como siempre la llamó. En adelante, su salud se ha resentido y se ha recluido en su residencia de la Urbanización Torbes. Sin embargo, a pesar de todo, ha salido de ella para celebrar sus nueve décadas en acto realizado en enero de 2007, en sesión conjunta de sus amigos y colegas de la Academia de Historia del Táchira y la Sociedad Bolivariana de esta entidad. Más reciente, el 17 de enero de 2008, la Peña Literaria Manuel Felipe Rugeles, en la que bautizó varias de sus obras, en la que recibió sentidos homenajes ya la acrecentó con su palabra, le rindió tributo con la presentación de los trabajos Pedro Pablo Paredes, la palabra hecha obra, publicado en libro de estilo cronológico en el que se recogen fragmentos de su sentido verbo y las opiniones de varios de sus amigos y correligionarios, además de un video documental de su trayectoria y la difusión de la página web www.DedroDabloDaredes.com en la que su familia, sus hijos en particular, le rinden tributo, difundiendo a loS cuatro vientos, en el sentido de la globalización y en el lenguaje virtual, el accionar de su completa creación humana en la que volcó sus más recónditos sentimientos de andino integral y de maestro en el correcto sentido de la palabra, ciertamente, ciento por ciento.

BIBLIOGRAFfA: Silencio de tu nombre. 1944. Poesía. Transparencia. 1947. Poesía. Alabanza de la ciudad. 1947. Poesía. Patria de sueño. 1961. Poesía. El soneto en Venezuela. 1962. Antología. Emocionario de Laín Sánchez. 1965. Estampas. Calificaciones. 1966. Ensayos. Los nombres de la ciudad. 1970. Ensayos. Alcor. 1970. Décimas. Tema con variaciones. 1975. Ensayos. Leyendas del Quijote. 1976. Poemas en prosa. Gavilla de Lumbres. 1976. Poesía. Los nombres de la ciudad. 1978. Ensayos (reedición). Perfil de Bolívar. 1981. Ensayos. Antología de la poesía venezolana contemporánea. 1981. Pueblos del Táchira. 1982. Ensayos. Emocionario de Laín Sánchez. 1982. (reedición). Mérida y Bolívar. 1982. Ensayos. Bolívar escritor. 1984. Ensayos.

La ciudad contigo. 1984. Poemas en prosa. El soneto en Venezuela. 1985 (tercera edición). Breve antología en verso. 1987. El poema venezolano en